miércoles, 18 de noviembre de 2009

Misiva.

No quiero el celo con que la mujer llora
ni la arruga de sus pañuelos, ni su saliva amarga.
No quiero el deterioro en las muecas de la alegría
sino la flexión olímpica en sus juegos.
No quiero el inmenso cansancio con que atrapamos las horas
y ellas fieles verdugos nos asesinan.

Quiero el constante goteo donde el tiempo respeta
tus quehaceres y las cimas de tu lenta conquista.
Quiero gastarme la vestimenta y ser la desnuda palabra abierta a la tierra con vida.
Quiero recordar al hombre, como si nos tuviéramos de la mano conversando y aceptar temblar en los misterios humanos.


Elena Conchello.

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