lunes, 26 de abril de 2010

Sueño XX


¿Quién canta cuando estás dormido?

Quizás las horas que rozan tu inmenso cuerpo de roca y oleaje
y se arremansan sobre la orilla del primer rayo de luz.
No sé cómo adentrarme hasta ti.

Te pregunto,
¿qué es el amor,
cuando somos la corteza de algún recuerdo
y no sirve la semilla del viejo tronco talado?

Abrazada a mí, tu ausencia,
tu doble sin réplica,
en la casa vacía que respira sin acritud,
ni esperanza, arrastro el habla hasta los confines.

¿Cuánto tiempo tardarás en marcharte?



Elena Conchello.

miércoles, 21 de abril de 2010

Sueño XIX


Amaré el cuerpo impregnado de sonrisa,
amaré a pesar de mí,
aunque me dé miedo, y la casilla del buzón
sirva para esconderse.
No quiero sombras,
quiero puestas de sol,infinitos mundos
en un gesto delicado sobre mi hombro.

Quiero la guitarra
y su trémolo acorde entre mis dedos,
ser de cristal y topacio,
y cuando deba morder, sellar mis labios
tras la huida de los hombres que no me acompañaron.

Luchar por quién no es,
por quién no me conoce.
Dejar mis batallas a remojo
cuando me duerma sobre la encimera,
recordar cuántos somos
y seguir sumándonos sin esperar nada a cambio.
Dar a quién no es, lo que no tengo.
Recibir el regalo,
no torcer la mirada
agradecer el trabajo de quiénes rubrican la palabra sobre el fuego
aquellas voces, tras tabiques, tras cercados.



Hoy acepto gastar mi viaje de ida,
ocupar la butaca y también marcharme.


Elena Conchello.

lunes, 19 de abril de 2010

Sueño XVIII

Atravieso esta cáscara de humo
con pies de espuma y mejillas encendidas.
¿Cuántos abriles he tomado la decisión de callar
frente al desprendimiento del cerezo?
Y hoy estoy, atreviéndome a dejar
que todo lo que nombro
realice lentamente su cometido,
y corone la noche con su seducción hablada.

Si me niego a hablar, asumo la ceguera
de todas las lenguas vivas en mi garganta
y me escribo de renglones sin vida,
y vendajes cubiertos de lágrimas.

¿Cuánta luz necesitamos para borrar nuestro cuerpo?

Mírame, no me juzgues,
nada le pertenece al hombre, nada,
excepto aquello que arrebata al cobarde que tiene consigo,
más allá de si, en todos los casos, siempre muere solo.

Agonizo sobre el animal que llevo en mi espalda,
en la descomunal violencia de su aullido.
Agonizo para adentro, hacía afuera,
apoyándome en las paredes teñidas de amenazantes bestias.

Cuánto dolor nace del que no habla.


Elena Conchello.

lunes, 12 de abril de 2010

Recitamos a Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento.




"No, no hay cárcel para el hombre.
No podrán atarme, no.
Este mundo de cadenas
me es pequeño y exterior.
¿Quién encierra una sonrisa?
¿Quién amuralla una voz?
A lo lejos tú, más solo
que la muerte, la una y yo.
A lo lejos tú, sintiendo
en tus brazos mi prisión:
en tus brazos donde late
la libertad de los dos.
Libre soy, siénteme libre.
Sólo por amor."


Extracto del poema de Miguel Hernández "Antes del odio".


¡Hasta el sábado!
C/Augusto Figueroa, 17, a las 20:30.

sábado, 10 de abril de 2010

Sueño XVII


Amo la posición del pie donde recorre el camino,
porque humana es la voz
en cualquier combinación del lenguaje,
amo al hombre que no se esconde en la huella.

He cumplido mi palabra
te he dado, paz, reposo, agua.
No he confundido el misterio,
con el sortilegio que te nombra
y te halla estático en la ausencia.

Ahora,
disipado este sentimentalismo
cumplida mi palabra,
me pruebo por encima de este argumento.

No necesito razones,
pues las razones son como ejércitos perdidos
frente a lo que uno sabe, no podrá conquistar.

Tú libertad y la mía, no necesitaron de estrategias
perdimos tantas veces, amor,
que nos transformamos en un diálogo sin herida.


Elena Conchello.

domingo, 4 de abril de 2010

Sueño XVI


Navegar es preciso, vivir no es preciso.
En Oporto, dedicado al poeta Fernando Pessoa.




Tratar de navegar fue preciso,
y mi vida me dejó en esa hazaña
ahora, llevo cosidas redes,
anzuelos.

Pessoa está tumbado sobre mi cama
en un plano por debajo de la conciencia
y se apresura a embarcar sin saber si mi piel existe.

-Ninguna convicción te trae hasta aquí, desconocido.

-Sentémonos a recordar el trayecto de los barcos
que se consuelan en su pecera vacía.

-Almíbar quieren ser mis labios
para acercarte,
eras tú, otro no existe.

-Es preciso amar la nitidez del vuelo de una gaviota sobre el río.
Ráfagas de luz invaden la mortalidad del hombre.

-Aunque te esté tocando, lo sabes,
siendo un murmullo que pasa y no te conoce.

Aunque exista y quieras romper una a una
las máscaras fecundas.
¿De cuántas palabras puedo disfrazarme?
¿A cuántas sustancias mi boca sabe?

Hiedra que crece y se apresura al techo,
vidrio que refleja rumbos y navegaciones muertas.



Elena Conchello.